La aceptación, es el resultado de un viaje largo, duro, desgarrador y lleno de obstáculos.

Cuando reconoces tu oscuridad y descubres que también hay oscuridad en el otro, entiendes que te estaba haciendo de espejo.
No hay culpables, sino aprendizajes. No hay rencor, sino compasión, no hay engaño sino soledad.

Es como despertar de una pesadilla, donde caminaste descalzo, sin ropa, sin pertenencias materiales, y de repente aflora la esencia de lo que realmente es importante.
Limpiarte del dolor, destruir tus miedos, destruir la culpa, destruir lo material, y empezar una reconstrucción bestialmente desgarradora que hace que conozcas y reconozcas la esencia de quien realmente eres.

Y es que, cuando no te permites ser quien eres, tu alma simplemente chilla, grita, te reclama y no siempre, sabemos cómo gestionarlo.
La aceptación, es un estado en el que miras con los ojos del corazón.

Cuando llega la aceptación de ti mismo con tus defectos y virtudes, llega la aceptación del otro o de la situación vivida.
Y es maravilloso ver cómo de golpe, todas las piezas encajan y llega la comprensión de una manera brutal y entiendes que no todos expresamos, ni actuamos igual, que el amor se expresa de mil maneras. Y que debemos dejar SER, al otro.

La aceptación te lleva hacia la calma, hacia ti, hacia los demás, te acerca al amor más puro, te devuelve a casa.

Mercè Boix
Ceboix – Febrero 2020

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