Hay momentos únicos en la vida, donde sientes la necesidad de grabar cada emoción, cada sensación. Es una apertura momentánea de la conciencia, brutal e intensa que te arranca del adormecimiento en que vivimos. Te hace salir disparado, pasando de cero a cien en décimas de segundo y después caer en un estado etérico y efímero, donde todo sucede con mucha lentitud, donde la intensidad de los sentidos se agraba, y el amor que habita en todo, se manifiesta para hacernos partícipes de la infinitud del todo. Nos recuerda el motivo por el que estamos aquí. El motivo por la que nuestra alma decidió vivir exactamente esta vida y no otra y experimentar la vida desde nuestro cuerpo físico y mortal, efímero, y nos recuerda que estamos hechos de la fuente más inagotable y eterna que es el amor.

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